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miércoles, 28 de agosto de 2013

Alimentos que hidratan


  Con la edad disminuye nuestro contenido de agua y aumentan los depósitos grasos. A pesar de las muy frecuentes recomendaciones, dietéticas y no dietéticas, de ingerir grandes cantidades de líquido, lo cierto es que la cantidad de agua que debemos tomar varía mucho según el tipo de alimentación que se haga. Beber agua es necesario para disolver los productos de excreción. Pero este agua nos la pueden proporcionar en gran parte los alimentos.
Si nuestra dieta es rica en frutas y verduras, estos productos pueden proporcionarnos hasta litro y medio de agua diario. La ingestión correcta de agua total, es decir la que aportan los alimentos más la que se toma como bebida, debe estar entre dos y tres litros diarios.

Alimentación concentrada
Si tenemos una alimentación muy concentrada, debemos añadir una dosis de líquido de uno a dos litros más, mientras que si nuestra dieta es muy rica en productos vegetales, probablemente tendremos bastante bebiendo sólo un litro más. El objetivo debe ser compensar las pérdidas producidas diariamente.
Si aumentan estas pérdidas de líquido por esfuerzos físicos, porque tenemos fiebre o por efecto del calor, deberemos aumentar también la ingesta de agua, preferiblemente fuera de las comidas, repartiendo las tomas a lo largo del día para favorecer el trabajo de los riñones.

Riesgo de deshidratación
La falta del suficiente consumo de agua supone un grave peligro de deshidratación. Se trata de un grave trastorno que, cuando se tienen muchos años, puede hacerse aún más peligroso. La alternativa es por tanto BEBER AGUA AUNQUE NO SE TENGA SED.
En ocasiones se pierde la sensación de tener sed. Es como si los tejidos se acostumbraran a una disminución del agua y no reclamarán su reposición. Cuando existe esa disminución en la sensación de tener sed, asociada en ocasiones a la dificultad de reconocerlo, la persona siente una especie de malestar o apagamiento que no relaciona con la falta de consumo de agua.
En ocasiones también disminuimos de forma voluntaria el consumo de agua. Por ejemplo, hay personas que se imponen beber poco porque sufren de incontinencia urinaria y creen que si no beben resolverán su problema. A veces también se bebe menos para evitar tener que levantarse a orinar durante la noche. Algunos fármacos pueden incidir en la desaparición de la sensación de sed.
Las diarreas tienen especial trascendencia en nuestro organismo a medida que nos hacemos mayores. Suponen una perdida rápida y considerable no sólo de agua, sino también de las sustancias disueltas en ella.

Consejos para no olvidar


  • Cada día consuma una cantidad adecuada de agua. Incluya en su dieta alimentos que la contengan. No olvide las posibles pérdidas de líquidos(fiebre, vómitos, diarreas o la excesiva sudoración) para reponerlas.
  •  Tenga presente la disminución de la sensación de sed y su dificultad para reconocerla. Es una dificultad que aumenta con la edad. Beba aunque no tenga sed, especialmente fuera de las comidas. Las infusiones pueden ser un buen recurso.
  •  Recuerde que la deshidratación es especialmente peligrosa para las personas de edad. Puede producir incluso descompensaciones de enfermedades ya existentes o bruscas alteraciones en la conciencia.

Sodio con precaución
Si hablamos del agua es imprescindible aludir también al sodio. Este mineral es una sustancia imprescindible para el organismo. El mineral ingerido se distribuye rápidamente por los líquidos extracelulares.
El exceso de sodio es causa directa de hipertensión arterial. El agua y el sodio van tan unidos en el organismo que, cuando hay retención de agua, también hay una retención de sodio. Si la cantidad del mineral disminuye se acentúa la eliminación de agua. La cantidad ingerida en una dieta corriente varía de tres a seis gramos al día y como regla general no se necesitan más que 0,5 gramos de sodio diarios.

El sodio procede de tres fuentes dietéticas:
- Todos los alimentos lo contienen aunque en distintas cantidades.
- También se encuentra presente en el agua, especialmente en el agua con gas.
- Los alimentos a los que se incorpora sal en su preparación. Este sería el caso del pan, los enlatados, mantequillas o margarina.
- La sal añadida en la preparación culinaria de los alimentos.

La mayor parte del sodio de la dieta se elimina por la orina y en pequeñas cantidades por el sudor y las heces. Sin embargo sudoraciones copiosas, vómitos prolongados o diarreas persistentes pueden provocar importantes pérdidas de sodio que de un modo natural se ven compensadas por un descenso de la cantidad de sodio de la orina y del sudor.

Calabacines diuréticos
Cuando aumenta la concentración de sodio y disminuye la de potasio se origina en nuestro organismo retención de líquidos. Son, por tanto, la concentración de potasio junto con la riqueza de las membranas celulares en ácidos grasos, las dos causas principales de una buena hidratación celular.
Cuando escasea el potasio en el organismo, la acción cardiaca se deprime y aparece un estado de cansancio con falta de fuerzas físicas y psíquicas. El potasio, junto con el sodio, desempeña un importante papel en la conducción y transmisión del impulso nervioso, así como en el transporte de la glucosa.
El efecto diurético de un alimento depende de la relación entre sus concentraciones en sodio y potasio. Así, por ejemplo, los calabacines son muy diuréticos. Conociendo y consumiendo en abundancia los alimentos con gran cantidad de potasio y poca cantidad de sodio podemos confeccionar una dieta con un alto efecto diurético.

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Foto: http://www.suplments.com/econutricion/wp-content/uploads/2013/04/Alimentos-que-Hidratan-la-Piel.jpg

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