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miércoles, 16 de octubre de 2013

Ganas de comer o sensación de hambre: ¿por qué tenemos hambre?


El hambre es un instinto ancestral, motivado por mecanismos biológicos. La necesidad de comer y la influencia de factores psicológicos y culturales.

La relación con la comida se produce desde el nacimiento, a través de los alimentos se establece el primer vínculo afectivo del niño con la madre. De adultos, se le suelen atribuir a los alimentos una función consoladora y tranquilizante.

¿Por qué “se hace agua la boca” al imaginar algo rico?
Existen mecanismos biológicos que regulan, alternadamente, la percepción de hambre y de saciedad. Si con el estómago vacío se piensa en un rico plato de comida, esa imagen mental es la responsable de enviar un mensaje químico, que desde la corteza cerebral llega a las células nerviosas del troncoencéfalo, que a su vez envía un mensaje al estómago y al páncreas estimulando la producción de enzimas, ácidos y jugos gástrico. El troncoencéfalo da la alarma a las glándulas salivares y la boca comienza a humedecerse.

Cómo se prepara el organismo ante la sensación de hambre
Mientras uno se prepara para saborear la comida, las hormonas circulan por el flujo sanguíneo e impulsan a las células a liberar ácidos grasos que serán convertidos en la energía necesaria para digerir el alimento. Al mismo tiempo, el páncreas genera insulina, otra hormona que contribuirá a transformar el alimento digerido en posterior energía.
Antes de dar el primer bocado, el organismo ya está preparado para recibir y digerir la comida. Después de haber comido, el intestino libera oleiletanolamida, un compuesto que actúa sobre ciertos receptores que estimulan la sensación de saciedad. En la práctica es un mecanismo de freno-aceleración, cuyo estudio ayuda a comprender los mecanismos de la obesidad.

Cómo ha cambiado en la historia el sentido de alimentarse
En el pasado se comía sólo con el fin de nutrirse, hoy el placer siempre ronda la mesa. La dieta del hombre prehistórico estaba constituida sólo por el 11% de lípidos, en el inicio del 900 había ascendido al 14% y hoy llega a valores de entre 35-40 %.
Las grasas aumentan el gusto de la comida y llevan a ingerir alimentos hipercalóricos, aún cuando no hay necesidad de comer. La contradicción de la alimentación moderna es que las grasas hacen el alimento más rico al paladar, pero con consecuencias negativas para la salud.

Para saciar el hambre los gustos del hombre y la mujer son distintos
Según un estudio realizado por la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, existen diferencias fisiológicas en la percepción del gusto. La estudiosa Karen L. Teff descubrió que la actividad del nervio vago, que parte del bulbo raquídeo y desciende hasta el tórax y el abdomen, es más fuerte en los hombres, por lo que son más sensibles a algunos sabores.
Existen alimentos de sabores fuertes y simbólicamente ligados a la agresividad: la carne roja, los alimentos picantes, embutidos y quesos. En cambio, las mujeres prefieren otro tipo de alimentos como ensaladas, frutas y pescados.
La cultura y la tradición tienen su peso: al inicio de 1900, los hombres tenían necesidad de alimentos proteicos para afrontar el duro trabajo de campo; mientras las mujeres, que quedaban en casa, se satisfacían con alimentos menos proteicos.

Relación del hambre con el sexo
La sensación de hambre y el deseo sexual tienen la misma localización cerebral, los mismos circuitos neuroendocrinos y las mismas hormonas que los controlan. Tanto el sexo como la comida son elementos de sociabilización, satisfacción personal y supervivencia, propias de la especie animal.
Desde el punto de vista médico, sexo y alimentación encuentran sus puntos de contacto, por ejemplo en la bulimia. Los bulímicos son personas que “sufren” el sexo, así como sufren ataques de hambre, razón por la cual los pacientes bulímicos presentan anorexia sexual. No hay deseo sexual y el acto sexual es vivido como un trauma.
Un poco de hambre, hace bien; la reducción calórica permite mantener el cerebro joven y sano. El organismo del hombre reacciona ante la necesidad de alimentos produciendo grelina, una hormona que sirve para estimular el hambre, aunque su función primaria es la de reducir el estrés.


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