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viernes, 29 de julio de 2011

Destello cuántico



El otro día, caminando de vuelta a casa, pasé junto a un árbol y una rama joven, movida por el viento, rozó mi brazo. Yo seguí caminando y la rama siguió ondulando. Esta colisión fortuita me hizo reflexionar sobre las diferencias existentes entre ese árbol y yo… también pensé en las similitudes, no en las estructurales o genéticas (que las habrá), sino en lo que tenemos en común a nivel atómico o, incluso, subatómico. Al fin y al cabo, medité, nuestras partículas son muy parecidas.

Mi mente fue retrocediendo hasta llegar al Big Bang, el inicio del universo, ese momento donde los científicos dicen que toda la materia estaba concentrada en un único punto. Me pareció impresionante que toda la materia que forma mi cuerpo y, también, todos los elementos que componen el árbol que me había rozado, estuvieran juntos en algún momento.

Volví al presente y me quedé mirando al árbol durante unos segundos, dándole vueltas a esa idea. Sentí que teníamos una conexión especial. Hace miles de millones de años habíamos estado juntos; mejor dicho, nuestra materia había estado junta.

Noté un ligero cosquilleo en mi brazo y vi que una pequeñísima araña estaba paseando por allí. En otro momento, seguro que la hubiera apartado con un hábil manotazo, pero me quedé mirándola y sentí la misma conexión. Levanté el brazo y soplé en dirección a los árboles. Cayó al suelo lentamente y siguió su camino. Me despedí de ella.

De pronto pasó un coche y el ruido me sacó de mi ensimismamiento. Mi primera reacción fue de desagrado hacia ese conductor que me perturbaba. En seguida, recordé el árbol y me di cuenta de que también las partículas de aquel conductor habían estado con nosotros (el árbol, la araña y yo) en el mismo sitio y en el mismo momento. ¿Tendríamos la misma conexión?. Entonces sonreí, no podía enfadarme con él, sería como enfadarme conmigo mismo.

Era como si, de alguna manera, todos siguiéramos conectados; y aún seguimos conectados en este momento, el árbol, la araña, el conductor, el bosque, las estrellas, yo que estoy escribiendo esto y tú que lo estás leyendo.

¿Y qué sentimiento cabe, sino el Amor? No puede ser de otra manera.

Buscando en internet, encontré estas palabras de Jiddu Krishnamurti “Los pájaros, el polvo y el mismo ruido eran parte de mí… Yo estaba en todas las cosas o, más bien, todas las cosas estaban en mí, las inanimadas y las animadas, la montaña, el gusano y toda cosa viviente. Todo el día permanecí en esta dichosa condición.”

Un último apunte, la calle donde todo sucedió se llama Unidad ¿casualidad?

Texto: Ramón Soler
Fotos: Ramón Soler
Ref: www.mentelibre.es

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