El hambre es un
instinto ancestral, motivado por mecanismos biológicos. La necesidad de comer y
la influencia de factores psicológicos y culturales.
La relación con la comida se produce desde el nacimiento, a
través de los alimentos se establece el primer vínculo afectivo del niño con la
madre. De adultos, se le suelen atribuir a los alimentos una función
consoladora y tranquilizante.
¿Por qué “se hace
agua la boca” al imaginar algo rico?
Existen mecanismos biológicos que regulan, alternadamente,
la percepción de hambre y de saciedad. Si con el estómago vacío se piensa en un
rico plato de comida, esa imagen mental es la responsable de enviar un mensaje
químico, que desde la corteza cerebral llega a las células nerviosas del
troncoencéfalo, que a su vez envía un mensaje al estómago y al páncreas
estimulando la producción de enzimas, ácidos y jugos gástrico. El
troncoencéfalo da la alarma a las glándulas salivares y la boca comienza a
humedecerse.
Cómo se prepara el
organismo ante la sensación de hambre
Mientras uno se prepara para saborear la comida, las
hormonas circulan por el flujo sanguíneo e impulsan a las células a liberar
ácidos grasos que serán convertidos en la energía necesaria para digerir el
alimento. Al mismo tiempo, el páncreas genera insulina, otra hormona que
contribuirá a transformar el alimento digerido en posterior energía.
Antes de dar el primer bocado, el organismo ya está
preparado para recibir y digerir la comida. Después de haber comido, el
intestino libera oleiletanolamida, un compuesto que actúa sobre ciertos
receptores que estimulan la sensación de saciedad. En la práctica es un
mecanismo de freno-aceleración, cuyo estudio ayuda a comprender los mecanismos
de la obesidad.
Cómo ha cambiado en
la historia el sentido de alimentarse
En el pasado se comía sólo con el fin de nutrirse, hoy el
placer siempre ronda la mesa. La dieta del hombre prehistórico estaba
constituida sólo por el 11% de lípidos, en el inicio del 900 había ascendido al
14% y hoy llega a valores de entre 35-40 %.
Las grasas aumentan el gusto de la comida y llevan a ingerir
alimentos hipercalóricos, aún cuando no hay necesidad de comer. La
contradicción de la alimentación moderna es que las grasas hacen el alimento
más rico al paladar, pero con consecuencias negativas para la salud.
Para saciar el hambre
los gustos del hombre y la mujer son distintos
Según un estudio realizado por la Universidad de
Pensilvania, Estados Unidos, existen diferencias fisiológicas en la percepción
del gusto. La estudiosa Karen L. Teff descubrió que la actividad del nervio
vago, que parte del bulbo raquídeo y desciende hasta el tórax y el abdomen, es
más fuerte en los hombres, por lo que son más sensibles a algunos sabores.
Existen alimentos de sabores fuertes y simbólicamente
ligados a la agresividad: la carne roja, los alimentos picantes, embutidos y
quesos. En cambio, las mujeres prefieren otro tipo de alimentos como ensaladas,
frutas y pescados.
La cultura y la tradición tienen su peso: al inicio de 1900,
los hombres tenían necesidad de alimentos proteicos para afrontar el duro
trabajo de campo; mientras las mujeres, que quedaban en casa, se satisfacían
con alimentos menos proteicos.
Relación del hambre
con el sexo
La sensación de hambre y el deseo sexual tienen la misma
localización cerebral, los mismos circuitos neuroendocrinos y las mismas
hormonas que los controlan. Tanto el sexo como la comida son elementos de
sociabilización, satisfacción personal y supervivencia, propias de la especie
animal.
Desde el punto de vista médico, sexo y alimentación
encuentran sus puntos de contacto, por ejemplo en la bulimia. Los bulímicos son
personas que “sufren” el sexo, así como sufren ataques de hambre, razón por la
cual los pacientes bulímicos presentan anorexia sexual. No hay deseo sexual y el
acto sexual es vivido como un trauma.
Un poco de hambre, hace bien; la reducción calórica permite
mantener el cerebro joven y sano. El organismo del hombre reacciona ante la
necesidad de alimentos produciendo grelina, una hormona que sirve para estimular
el hambre, aunque su función primaria es la de reducir el estrés.
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